Nació en Los Santos de Maimona, Badajoz en 1934.Fallece en Madrid 2015 Realizó los estudios de Bellas Artes en la Escuela Superior de Madrid y obtiene la plaza de Profesor de Dibujo en el Instituto Nacional de Reeducación de Inválidos en 1960.Su minusvalía física no impide que lleve a cabo una dilatada actividad de exposiciones, tanto en el ámbito regional como nacional. Lo primero que llama la atención en el conjunto de sus obras es su unidad y su coherente seguridad en la temática y la técnica. Al principio de su trayectoria observamos que el punto de partida es el mundo infantil: un desván lleno de muñecos olvidados y polvorientos, de marionetas inertes que reflejan una cierta tristeza aderezada con la fuerza de un color vibrante. Posteriormente, y a través de los dibujos, va introduciendo una temática más adulta e inquietante: profundas tramas oscuras en las que el erotismo el voyeurismo y la sátira social van llenando un espacio narrativo del que no está ausente un aire de nostalgia «naif», de minuciosa maestría técnica. Esa minuciosidad encuentra su respuesta en una predilección hacia formatos pequeños, en los que el preciosismo inerte de la miniatura transforma elementos perturbadores en motivos risueños. La sensualidad del tratamiento cromático, una evocación de esmaltes y orfebrerías, de veladuras y brillos, confieren a su temática de matiz surreal o mágico, el toque amable de la ilustración lujosa o de la pieza única de artesanía. Y es que además de la energía cromática, los cuadros de Morato aportan un universo arcano poblado de bufones y carnavales, de animales disfrazados y de humanos grotescos, a los que trata de despojar de su vertiente más expresionista para convertirlos en amables compañeros de viaje. La poesía que se desprende de estos radiantes óleos, encuentra su justo soporte en los efectos plásticos que proporciona su cuidadosa técnica: fosforecencias sutiles u onirismo tenebrista que se complementan con un dominio del espacio en el que impera el «horror vacui» y en el que conjuga las más dispares figuras y fondos en un alarde compositivo. Todo esto puede hacernos pensar en una obra excesivamente decorativa o autogratificante, pero tras esos pequeños rectángulos de color acecha el espectro fugaz del color, del recuerdo subconsciente, de la dulce agonía de una Edad de Oro llena de tesoros ocultos y monstruos amigables que Morato seguirá desenterrando. Fuente SU WEB









