Nacido en Almendralejo, Badajoz, 1958.
…Vito nos propone un espacio de vida, alegría, confort, pero también de reflexión. Nos devuelve nuestra tierra (si es que nos ha pertenecido alguna vez) tal y como es, como verdaderamente es. Evidentemente, su trazo ha podido ser equívoco, pero no su percepción, que sin duda ha captado el olor, el sabor, el tacto de todo cuanto nos rodea en Tierra de Barros. Incluso podríamos decir que sus imágenes son poliestéticas, irrumpen en el paladar de nuestro cerebro ofreciéndonos todo tipo de sensaciones. O lo que es lo mismo, el pintor almendralejense nos descubre hacia una realidad sin paliativos, tras descorrer el velo nos propone mirar nuestra tierra directamente.
Como hemos dicho, también nos invita a reflexionar. Nos plantea o cuestiona la imagen que tenemos de nosotros mismos. Algo que hace abriendo espacio, permitiendo el abrazo con el entorno, generando un nuevo imaginario. De este modo, Vito Cano nos da una segunda oportunidad. Ahora, podemos volver a mirar-nos desde fuera, con la conciencia, con el enriquecimiento pictórico que se nos brinda. Y así, volver a disfrutar en nuestro habitar, recuperar esa mirada estética que nos haga sentir la luz, nuestra luz, el color, nuestro color y esa alegría tan nuestra con la que nos interpela este gran artista.
Vito tiene la capacidad de transfigurar la contemplación del entorno, de hacer presente la belleza, de articular las sensaciones en un conjunto figurativo tan sencillo, que incluso nos invita a la pintura. Pero el arte de Vito Cano no está en el despliegue técnico, ni en lo cuantitativo, para eso ya tenemos las nuevas tecnologías, sino en lo cualitativo, en permitirnos degustar las experiencias que evoca nuestra tierra. Y lo consigue casi sin que tengamos que hacer más esfuerzo que detenernos algunos segundos frente a este mural. Es un artista, eso está claro, pero además es generoso, porque nos ofrece todo esto sin someternos a un gran esfuerzo intelectual. Su sensibilidad está a flor de piel en cada flor. Tan sólo tenemos que volver a pestañear para verla como si no la hubiéramos visto jamás.
Vito, en este abrir un espacio habitable a través de su pintura, nos traslada a un mundo imaginado, lleno de texturas, aromas, sabores, etc., haciéndonos olvidar esta persecución que mantenemos con lo cotidiano. Tanto es así, que pudo quizá haberme hecho olvidar el propósito de mi estancia en aquel lugar, la operación de mi madre. Durante un instante en el que perdí la noción del tiempo, miré el mural sin saber, incluso sin desear saber lo que tenía delante. Si de otra obra se hubiera tratado, no habría hecho más que deslizar la mirada por la superficie. Pero en ese momento, el percepto había engullido al concepto. Estaba tan completamente ensimismado por el mirar, tan absorto por lo que realmente veía, que no me percaté de ninguna otra cosa. Y, ¿Qué más real que una madre?, ¿Qué más cercano?, ¿Qué más próximo?… Lo que nos devuelve Vito; el poder habitar nuestro espacio, la totalidad de él, nuestra identidad, lo que verdaderamente somos, que está presente en cada una de sus figuras. Pero su gesto artístico no reside en este mostrar, sino en el haber conseguido ver este punto de vista de nuestra comarca. La valía de esta obra, el secreto de este artista, su verdadero genio, radica en el imponerse, o mejor dicho, sobreponerse a lo cotidiano y contingente. Y de este modo, mostrar aquello que era invisible a los ojos: lo ESENCIAL de nuestro Ser… Por Cecilo J. Trigo.Fuente.-Cope cultural
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